Yma Sumac: La hija prodigiosa
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¿Conoce usted a Zoila Augusta Emperatriz Chávarri? ¿Ha oído hablar de Yma Sumac? Se trata de la misma persona: una cantante peruana de 84 años que deslumbró al mundo desde niña por tener una voz prodigiosa capaz de alcanzar todos los registros vocales y llegar a tonos tan altos que pocos instrumentos musicales lograban alcanzarle.
Yma Sumac nació en Ichocán, provincia de San Marcos, Cajamarca, en 1922. Fue descubierta artísticamente a los 13 años y viajó a Lima. El músico indigenista Moisés Vivanco la hizo parte de su elenco, se casó con ella en 1944, y la llevó de gira por Argentina y Estados Unidos.
El mundo cayó rendido ante su voz y su exótica belleza. Protagonizó películas en Hollywood al tiempo que conquistaba la Unión Soviética, invitada por su presidente Nikita Khrushchev. Al regresar de la URSS a Estados Unidos obtuvo una estrella en el Paseo de la Fama de la Meca del cine, en plena Guerra Fría.
Yma Sumac regresa a casa
En mayo pasado vi a Yma Sumac en persona. Sucedió en la cuatricentenaria Casona de San Marcos, donde la universidad más antigua de América le otorgó la medalla Jorge Basadre. Regresó al Perú después de treinta años. Algunos peruanos del siglo pasado se resintieron con ella por haberse nacionalizado estadounidense. Volvió para ser desagraviada y a recibir también la Orden del Sol del Perú en el grado de Comendador, en la cancillería.
Zoila Chávarri pertenece a ese género de personas a las cuales rodea un extraño magnetismo. Encanto inocultable a pesar de ella: “Qué dicen estas personas importantes de mí si yo ni siquiera soy una cantante. Sólo interpreto el sentimiento de la gente” dijo con voz quebrada en su discurso de agradecimiento.
Con una hora de retraso, por el tráfico, traspasó el dintel empedrado de la vieja casa virreinal con zapatos traslúcidos de tacos altísimos, vestido crema bordado y cartera de la misma tela con asa dorada, sombrero de ala ancha y encajes.
Yma Sumac nació en Ichocán, provincia de San Marcos, Cajamarca, en 1922. Fue descubierta artísticamente a los 13 años y viajó a Lima. El músico indigenista Moisés Vivanco la hizo parte de su elenco, se casó con ella en 1944, y la llevó de gira por Argentina y Estados Unidos.
El mundo cayó rendido ante su voz y su exótica belleza. Protagonizó películas en Hollywood al tiempo que conquistaba la Unión Soviética, invitada por su presidente Nikita Khrushchev. Al regresar de la URSS a Estados Unidos obtuvo una estrella en el Paseo de la Fama de la Meca del cine, en plena Guerra Fría.
Yma Sumac regresa a casa
En mayo pasado vi a Yma Sumac en persona. Sucedió en la cuatricentenaria Casona de San Marcos, donde la universidad más antigua de América le otorgó la medalla Jorge Basadre. Regresó al Perú después de treinta años. Algunos peruanos del siglo pasado se resintieron con ella por haberse nacionalizado estadounidense. Volvió para ser desagraviada y a recibir también la Orden del Sol del Perú en el grado de Comendador, en la cancillería.
Zoila Chávarri pertenece a ese género de personas a las cuales rodea un extraño magnetismo. Encanto inocultable a pesar de ella: “Qué dicen estas personas importantes de mí si yo ni siquiera soy una cantante. Sólo interpreto el sentimiento de la gente” dijo con voz quebrada en su discurso de agradecimiento.
Con una hora de retraso, por el tráfico, traspasó el dintel empedrado de la vieja casa virreinal con zapatos traslúcidos de tacos altísimos, vestido crema bordado y cartera de la misma tela con asa dorada, sombrero de ala ancha y encajes.
La diva acompañada por Enrique Bernales y Miguel Molinari
En su níveo rostro surcado de arrugas se perfilan, contumaces a los años, la línea de su quijada y sus cejas de actriz de las viejas películas, a lo María Félix. Con ese talante, y con su 1,65m de estatura, cruzó la alfombra roja que divide en dos la sillería de madera del Salón General sanmarquino.
El ambiente estaba repleto de público y admiradores. La diva saludaba a todos. Se la disputaban de todas direcciones. Elevaba las manos a las galerías, sin poder contener el llanto.
El discurso de orden lo pronunció Miguel Molinari, promotor cultural que hizo posible, junto al relator de las Naciones Unidas, Enrique Bernales, la visita de esta peruana universal. Molinari habló de la virtuosidad de Yma Sumac y resumió algunos de los elogios que grandes personajes le han dedicado.
El entonces rector de San Marcos, Manuel Burga le impuso la medalla Jorge Basadre, hecha de plata, que por primera vez otorgó dicha casa de estudios. Más tarde comparó a la cantante con César Vallejo y el Inca Gracilaso, otros dos talentosos peruanos que, por el amor que sentían a su patria, la hicieron conocer a todo el mundo.
El aplauso parecía eterno, todos estaban de pie, Yma Sumac levantó los brazos mirando a los palcos. Algunos vitoreaban dándole gracias. Los flashes de los fotógrafos hacían brillar los adornos de su vestido y también sus lágrimas, que rodaban incontenibles.
El ambiente estaba repleto de público y admiradores. La diva saludaba a todos. Se la disputaban de todas direcciones. Elevaba las manos a las galerías, sin poder contener el llanto.
El discurso de orden lo pronunció Miguel Molinari, promotor cultural que hizo posible, junto al relator de las Naciones Unidas, Enrique Bernales, la visita de esta peruana universal. Molinari habló de la virtuosidad de Yma Sumac y resumió algunos de los elogios que grandes personajes le han dedicado.
Abarrotado Salón General de San Marcos
El entonces rector de San Marcos, Manuel Burga le impuso la medalla Jorge Basadre, hecha de plata, que por primera vez otorgó dicha casa de estudios. Más tarde comparó a la cantante con César Vallejo y el Inca Gracilaso, otros dos talentosos peruanos que, por el amor que sentían a su patria, la hicieron conocer a todo el mundo.
El aplauso parecía eterno, todos estaban de pie, Yma Sumac levantó los brazos mirando a los palcos. Algunos vitoreaban dándole gracias. Los flashes de los fotógrafos hacían brillar los adornos de su vestido y también sus lágrimas, que rodaban incontenibles.
Yma Sumac junto al poeta Marco Martos, decano de la Facultad de Letras y al ex rector Manuel Burga
Cuando por fin pudo hablar, prometió volver a residir en el Perú tan pronto como cumpla con sus compromisos artísticos en Alemania. “Volveré para quedarme porque amo al Perú, amo muchísimo al Perú” –dijo, y otra ovación se escuchó en el antiguo salón colonial cuya forma abovedada de barco invertido le da una acústica estremecedora.
Entonces una anciana pequeña, encorvada, de desaliñado cabello cano y collar de cuentas de plástico, interrumpió la ceremonia. Vestía un traje muy rotoso que, de tanto haber sido negro, se veía gris. Cruzó el largo salón. En una mano llevaba un presente para la diva y con la otra se apoyaba en un bastón de madera.
Esa mujer se llama Bertha Cornejo del Águila. Es piurana y fue compañera de carpeta de Zoila Chavarri en la escuela primaria. Yma Sumac rompió el papel del regalo y descubrió un collar de oro labrado, última joya de la familia que le traía su amiga de infancia.
La anciana, cual viuda pobre del evangelio, le hizo este regalo de lo que le faltaba para vivir mientras que las autoridades y demás asistentes no salían de su asombro. Sus hijos le habían preguntado si estaba segura de lo que iba a hacer y les respondió: “¡Para ella, todo!”.
De regreso al protocolo, la homenajeada agradeció también a Estados Unidos por lo mucho que le había dado y recordó que “En la vida siempre hay que ser agradecidos”. Escrutó con emoción la medalla impuesta y no dejó de agradecer a su manager de toda la vida, Alan Eichler.
El acto finalizó e Yma Sumac tuvo que salir por una puerta posterior del recinto porque sus admiradores le habían cerrado el paso de la puerta principal. También atrás le atajaron el paso los trabajadores de la casona universitaria.
Recorriendo los claustros centenarios fue a dar con un coro de niños que le cantó huaynos. Emocionada, les acompañaba solfeando algunas notas mientras bailaba extendiendo la mano a sus rostros.
En la felicidad de esos pequeños, en su mirada rebosante de admiración y respeto, comprendí por que a algunas personas como Zoila Chavarri no les importa la muerte: porque han aprendido a vivir como si fueran eternos...y acaso lo sean.
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Entonces una anciana pequeña, encorvada, de desaliñado cabello cano y collar de cuentas de plástico, interrumpió la ceremonia. Vestía un traje muy rotoso que, de tanto haber sido negro, se veía gris. Cruzó el largo salón. En una mano llevaba un presente para la diva y con la otra se apoyaba en un bastón de madera.
Esa mujer se llama Bertha Cornejo del Águila. Es piurana y fue compañera de carpeta de Zoila Chavarri en la escuela primaria. Yma Sumac rompió el papel del regalo y descubrió un collar de oro labrado, última joya de la familia que le traía su amiga de infancia.
La anciana, cual viuda pobre del evangelio, le hizo este regalo de lo que le faltaba para vivir mientras que las autoridades y demás asistentes no salían de su asombro. Sus hijos le habían preguntado si estaba segura de lo que iba a hacer y les respondió: “¡Para ella, todo!”.
De regreso al protocolo, la homenajeada agradeció también a Estados Unidos por lo mucho que le había dado y recordó que “En la vida siempre hay que ser agradecidos”. Escrutó con emoción la medalla impuesta y no dejó de agradecer a su manager de toda la vida, Alan Eichler.
El acto finalizó e Yma Sumac tuvo que salir por una puerta posterior del recinto porque sus admiradores le habían cerrado el paso de la puerta principal. También atrás le atajaron el paso los trabajadores de la casona universitaria.
Recorriendo los claustros centenarios fue a dar con un coro de niños que le cantó huaynos. Emocionada, les acompañaba solfeando algunas notas mientras bailaba extendiendo la mano a sus rostros.
En la felicidad de esos pequeños, en su mirada rebosante de admiración y respeto, comprendí por que a algunas personas como Zoila Chavarri no les importa la muerte: porque han aprendido a vivir como si fueran eternos...y acaso lo sean.
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Fotos en sepia: Página web de Yma Sumac